martes, 19 de agosto de 2008

Cuestión de marketing

Ayer había un artículo en el diario La Vanguardia en el que se decía que las pescaderías tradicionales estaban cerrando a ritmo de un centenar de ellas al año en Cataluña... Que la gente prefiere comprar el pescado en las grandes superfícies comerciales o en los mercados. Sin embargo, un poco más adelante se hablaba de una pequeña pescadería que había abierto no hacía mucho y a la que le estaba yendo muy bien. ¿Cómo lo había conseguido? Os transcribo el artículo por si quereis leerlo:

"Joan Soler inventa su concepto de pescadería ideal permitiendo la degustación de su producto

Cambio de anzuelo
A. JUSTÍCIA - Barcelona - 18/08/2008

Para Joan Soler es imprescindible que las pescaderías de los mercados abran también por la tarde

No puedes poner el pescado en el mostrador y sentarte a esperar que la gente venga a comprar". Y menos en una ciudad cada vez con más prisas y menos ganas de cocinar. Por eso, Joan Soler se ha aplicado la máxima de renovarse o morir.Pescadero de oficio desde hace 14 años - y eso que sólo tiene 36-, un buen día decidió que quería hacer algo diferente. "Quería hacer algo familiar y divertido. Montarme un negocio fuera del mercado y de sus normas; algo con un aire más moderno y que atrajera a la gente", cuenta. Así nació en el 39 de la calle Amigó el Big Fish - al principio con otro nombre-, donde recogía su concepto de pescadería ideal. Un rincón donde, además de comprar producto fresco y de calidad, poder degustar in situ un marisco, un buen sushi o unas gambas de Palamós y acompañarlas con una buena copa de vino de una cuidada carta. De eso hace ya casi dos años.

A Joan la profesión le viene por partida doble. Una heredada de sus padres, que son bacaladeros. Otro negocio que tiene los días contados, según reconoce él mismo. La otra le vino por vínculos conyugales: "La familia de mi mujer son pescaderos de toda la vida". Con ella, con su esposa, regenta desde hace años dos puestos de pescado en el mercado de Galvany, en Sarrià, frecuentado por un público que reconoce con poder adquisitivo, algo que se agradece en tiempos de crisis.

Aunque él ha conseguido modernizar su negocio, no por ello deja de ser crítico con el sector del que forma parte: "Siempre he pensado que las pescaderías se han quedado estancadas y en cambio trabajamos con un artículo casi de lujo". "No puede ser que todavía haya pescaderos que envuelvan la compra en papel de diario", añade. Por eso, cuanto más lo pensaba, más necesidad tenía de hacer algo diferente: "Si algunas charcuterías y colmados han creado espacios para la degustación que son muy valorados, ¿por qué no podíamos hacer nosotros lo mismo en una pescadería?", se preguntaba.

Reconoce que su oficio es muy sacrificado, pero no le importaría que sus hijos -tiene dos, uno de nueve años y otra de dos y medio- siguieran en el negocio familiar. Porque él ha patentado una vertiente nueva del negocio mucho más lucrativa y satisfactoria. "La gente que viene aquí sale con la sensación de no haber ido a una pescadería a comprar. Más bien es como si hubieran ido a tomar una copa", comenta.

El 50% de la caja del Big Fish sale de las degustaciones y el otro 50% de la venta de pescado. Los grandes supermercados son una dura competencia que combate con la calidad de sus productos y el servicio. "Aquí fileteamos, envasamos al vacío, se lo llevamos a casa... Los clientes quieren cada vez más cosas, más productos preparados. Si además se lo pudieras freír, yo creo que lo pedirían para no tener que preparar ellos nada en casa", afirma sonriendo. Para Joan Soler una de las asignaturas pendientes de las pescaderías son los horarios. Para él trabajar sólo por la mañana en el mercado no tiene ningún sentido. "El punto álgido de las ventas lo tengo a las seis de la tarde", dice. Y reivindica un cambio de horarios."

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